Lo falible de los sistemas políticos

Todos los sistemas políticos están basados en condiciones ideales de funcionamiento. La democracia, por ejemplo, supone que la mayoría que decide sabe cuáles son sus necesidades y qué es lo que  más le conviene. Sino existiese el supuesto de que la mayor parte de ciudadanos fuese capaz de ese conocimiento, no tendría sentido permitir que las multitudes tuviesen injerencia en su destino político. Difícilmente los seres humanos sabemos qué es lo que más nos conviene. Si esto no fuere cierto, nuestro mundo sería disntinto.

Si nos ubicamos en una situación más realista, para que el sistema democrático sea efectivo, es decir, para que trabaje por el mejor bien de la sociedad, supondría que la gente que está en edad de elegir debe poseer el conocimiento necesario para hacerlo. Pero, ¿quiénes manejan y distribuyen el conocimiento? ¿Tenemos plena confianza en nuestros sistemas educativos, familiares y morales? ¿Tenemos plena confianza en los noticieros, los programas informativos, en los periódicos y libros en general? ¿En qué país de nuestro planeta se da esa situación? La industria de la comunicación, como bien sabemos, responde casi siempre a intereses comerciales. La democracia podría incluir el socialismo, una manera menos monetizada, de alguna manera, de manejar los destinos de los ciudadanos, como hacía algún tiempo sucedía en algunos de los países más económicamente importantes de Europa, pero todo parece obligar a la balanza de acciones políticas a que se incline cada vez más en torno de los negocios internacionales.

Entonces tenemos dos factores que indican lo idílico del término democracia: primero, la falta de información; segundo, el interés de la formación humana centrada en la producción de dinero.

No es necesario discutir lo problemático del primer factor: no solamente la falta de información, sino, fundamentalmente, la información errada y que responde a intereses comerciales (es decir, altamente manipulada) resulta en una toma de decisiones que normalmente debe oponerse a las necesidades reales del ser humano. Por eso el mundo está en esta situación. Más o menos.

Pero, ¿cuál es el problema de que el interés central de las sociedades más avanzadas esté orientado al desarrollo comercial? A mi parecer, ese no es un problema en sí mismo. Idealmente, los modelos económicos deben beneficiar a todos los participantes de una cierta economía, o de varias, en mayor o menor grado, si es que se hace lo correcto. Pero como ya vimos, tal cosa no existe. El componente material más común es la corrupción. El segundo componente material más común, y del cual deviene el primero (no al revés) es el de olvidarse que el fin es el ser humano, no el sistema.

Entonces tenemos dos factores que combinados resultan en desastre: el mal manejo de la información y la orientación monetaria del interés humano. ¿Por qué esto tendría que ser contraproducente? Pues, la última frase en negritas indica lo básico: los sistemas deben estar a nuestro servicio. La primera frase en negritas, aquello sobre nuestras necesidades reales, remite directamente a quiénes somos los seres humanos.

Si no sabemos quiénes somos, ¿cómo vamos a saber lo que realmente necesitamos?

Aquí podría empezar a dar una clase considerada como esotérica (exotérica) sobre el alma inmortal y los siete cuerpos del ser humano en cada una de sus existencias físicas. Pero no lo haré. Solamente me limitaré a decir algo en lo que concuerdan casi todas las religiones: tenemos un alma, tenemos un espíritu. Si los gestores de sistemas políticos (es decir, nosotros) olvidan esa parte tan importante y no empiezan a trabajar a través de ello (y esto no tiene nada en relación con el proselitismo religioso), no se va a llegar a ningún cambio favorable a nuestra raza humana.

Todo sistema político y económico es falible porque, quiéranlo o no, giran en torno al materialismo.

Para que el mundo y el ser humano salgan adelante, nosotros, los seres humanos, debemos tomar conciencia real de nuestra condición casi eterna y actuar de acuerdo con eso.

En el amor real está la clave de todo.

Esto quizá pueda traer algo de dolor, y es difícil, muy difícil. Pero no falla.

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