EMOLIENTE DE MARACUYÁ, una poción para disfrutar en compañía, despertar la creatividad y alimentar la fuerza

Si nos remontamos a los orígenes de las bebidas espirituosas, encontraremos varias razones por las cuales se empezaron a utilizar desde tiempos inmemoriales; para vencer el frío, para reemplazar el agua que normalmente causaba enfermedades, para celebrar victorias… para conectarse con los dioses. Pensemos en su significado: una bebida con espíritu. Una bebida que trae vida, algún tipo de conciencia, que obra magia en quien la toma. Otorga valor, facilidad de palabra, y dosificada con sabiduría y las intenciones adecuadas, abre las puertas de la creatividad y de los mundos paralelos. El peyote, un brebaje alucinógeno que se remonta a los antiguos nahuas, es un ejemplo de sustancia a la cual se recurre aún hasta hoy para conectarse con el más allá, saber del futuro, de los mundos internos; para obtener autoconocimiento. Con propósitos similares se utilizaba el cacao fermentado; una bebida amarga destinada para el uso religioso sacerdotal.
El pisco, siguiendo la tradición de las bebidas espirituosas regionales, probablemente haya sido creado específicamente como un bajativo, y poco a poco su destilación se hizo cada vez más fina y pura hasta llegar a ser el genial licor que todos conocemos, y que, a diferencia de otras bebidas, combina a la perfección con otros elementos para formar parte de tragos sumamente creativos y deliciosos. Una de sus variedades, el acholado, es el que se prefiere para preparar el tan conocido e imprescindible pisco sour, y es el ingrediente básico para el emoliente de maracuyá.
Aquí los ingredientes completos para un vaso tipo chopp:
-          Pisco acholado
-          Una mitad de maracuyá
-          Tres cucharadas soperas de linaza
-          Panela y/o azúcar rubia
-          Canela y clavo de olor
-          Un cuarto de litro de agua
-          Kion o jengibre
La preparación de la bebida es tan importante como la bebida misma. Si se está solo, es un momento para meditar, disfrutar del sonido del fuego o de la música, retomar la conexión con el entorno cercano, sentir a profundidad la textura y el olor de la fruta, de la raíz, de las semillas; para disfrutar de uno mismo. Y si se está acompañado, quizá se pueda contar la historia de cómo el kion llegó al Perú, o de la forma en la que ayuda a curar todo tipo de enfermedades. Según mis amigos taiwaneses, la medicina taoísta relaciona el origen de las enfermedades con fallas en la circulación. El kion tiene la capacidad de devolverla a su estado óptimo, ya sea consumido como parte de un brebaje, de una comida, o bien como ungüento o así, crudo, para realizar frotaciones en los senos nasales. Basta probar realizar un masaje con kion en las mejillas, a los lados de la nariz, para disfrutar del ingreso de aire directamente por todos los conductos que hasta hacía unos segundos estaban congestionados. Doy fe de que es cierto. Y algo que nunca he probado aún pero mis amigos insistieron en catalogar de efectivo, es realizar el mismo tipo de frotaciones en la espalda, la garganta o el pecho cuando se sufre de bronquitis, faringitis o gripe.
Hace poco, estaba en una reunión en casa de mi amiga Ramona Franz. Ella hacía poco había comprado kion deshidratado en Chanchamayo. Nos lo invitó a Mauricio y a mí. De inmediato comimos más de la mitad de la bolsa entre los dos. Sin darnos cuenta, nos habíamos acercado muchísimo, en parte porque ambos teníamos que estar cerca de la fuente del kion. En un momento, Ramona dijo, chicos, ¿sabían que el kion es afrodisíaco? Fue una situación algo embarazosa, pero ambos disfrutamos interiormente de la idea. El kion, uno de mis elementos favoritos para cocinar casi todo lo que preparo, y el cual sin duda consumo todos los días, podía ejercer algún tipo de magia para acercarme al chico que me gustaba. Y bueno, al parecer lo había logrado.
Poco tiempo después de aquella reunión, Mauricio me llamó para que nos viésemos. Le pedí que vinera a mi casa pues tenía que invitarle emoliente, algo que él nunca había probado pues es extranjero. Pero es un emoliente especial. Aquí cómo se hace:
Preparación del emoliente
Se pone a hervir a fuego medio el kion con la linaza, la canela y el clavo. Apenas rompa el hervor, se le añade la panela o el azúcar o ambas, pues hay que ser muy generosa con la panela si es que a uno le gusta la bebida realmente dulce. Cuando vuelva a hervir, se baja el fuego y se deja calentando por menos de cinco minutos. Se deja enfriar tanto tiempo como se mantuvo a fuego lento, y luego se sirve con limón, así, caliente. No hay cebada, no hay nada más que kion, canela, clavo, panela y limón. Solo con esto, ya hemos producido una bebida rica para las noches de invierno. Además, es un desayuno estupendo. La linaza libera una proteína muy similar al colágeno humano. De hecho, poseemos una enzima que transforma esa proteína en proteína endógena, en el colágeno que necesitamos para producir células nuevas, renovar la piel, mantener en buen estado nuestros tendones y músculos. He comprobado que no solamente mejora visiblemente el estado de la piel, sino que las heridas cicatrizan más rápido que cuando no la consumo. La linaza es sin duda maravillosa.
De otro lado, la canela y el clavo son conocidos por su exquisito olor y su facultad de aligerar las vibraciones de un lugar o de una situación. Incluso es bastante conocido el uso de canela para resolver problemas y apaciguar los aires conflictivos en oficinas y hogares. Se le llama la magia de la canela. Pueden utilizarse inciensos de canela o incluso sprays, pero quedémonos con lo que afecta menos el medio ambiente. Lo más efectivo resulta ser hervir la canela por unos minutos, y vaporizar el lugar lo más que se pueda. Los resultados pueden llegar en semanas, días o minutos. Pero llegan.
Por último, hay a otro elemento maravilloso y básico en mi vida. Realmente yo no funciono sin limón. Es un hecho. Me siento cansada, me agoto más rápido, no digiero bien todo lo que necesito digerir. Es que la vitamina C del limón peruano es de muy rápida absorción y sirve como catalizador de innumerables procesos químicos, entre ellos, la fijación de Calcio y la síntesis de proteínas. Mientras más actividad física y mental se tenga, debería ser mayor el consumo de limón. Se dice que hay frutas que poseen mucha más cantidad de vitamina C, pero ninguna se absorbe en tal magnitud ni es tan bien recibida por el cuerpo como la del limón. En un buen emoliente, no debe faltar.
La fruta de la pasión
En inglés, la maracuyá es conocida como passion fruit. Muchas personas están absolutamente convencidas de que es un afrodisíaco poderoso; entre ellas, mi amiga Gwyneth Moody quien me dijo que le había resultado excelente con su esposo. Quizá guardé eso en la memoria para el día en que me visitó Mauricio. Su maniobra consistía en sacarme a tomar unos piscos. Todos sabemos que luego de unos tragos, nuestro interlocutor es más inteligente, más guapo, más divertido. Mauricio quería pasarla bien esa noche, pero también quería allanarse un poco el camino. Así que lo ayudé un poquito. Él quería pisco. Yo emoliente. Una combinación sonaba muy bien, pero… ¿pisco con limón otra vez? Mi amiga Angélica Yrigoyen, hacía poco, me había enseñado a preparar un combinado delicioso de té de kion con maracuyá. Así que tenía que ser la maracuyá. Mauricio y yo conversábamos relajadísimos en la cocina mientras yo preparaba el emoliente. Partí una maracuyá y eché una mitad en su vaso, y otra mitad en el mío. De ahí, pisco al gusto. Para mí, la altura del ancho de un dedo es más que suficiente, pero procuré excederme un poquito. Encima de esto, el emoliente (sin limón).
Después, con un poco de música de la laptop (el único aparato tecnológico permitido en instantes como esos debe ser un reproductor de música, y solo eso), nos sentamos al balcón a conversar y ver pasar las nubes, sentir el olor de los árboles y escucharnos con pausas.
Los afrodisíacos de hecho ayudan cuando hay una base de conexión entre dos personas que ya se conocen, pero si se prepara una bebida con tan buena vibra, debido a la mezcla de sus poderosos componentes, quizá uno adquiera cierto valor, inteligencia e imaginación para que un coqueteo resulte muy efectivo. Pero justo aquí está el punto de lo que considero más importante. La imaginación, la creatividad.
Recordemos: las bebidas espirituosas, en esencia, han sido hechas para conectarse, para abrir puertas. ¿Con qué me quiero conectar? ¿Qué puede haber detrás de aquellas puertas? Quizá puedo beber el emoliente de maracuyá con pisco mientras pinto un cuadro; o puedo tomar mi cámara y disparar cuando lo sienta, o escribir un poema que diga mucho de mí, que sea un autoanálisis. O podría intentar reflexionar, o no pensar en lo absoluto, para ver qué hay dentro de mí además de mis deseos. Algo sí es seguro: saborear una bebida como esta, y compartirla, puede ser en sí mismo un ritual de unión de algo que puede durar toda la vida. Quizás una amistad. O, ¿quién sabe? Algo que se quiera repetir de cuando en cuando con el verdadero amor.

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