Sobre los cortes de pelo y las transiciones amorosas

Necesitaba deshacerme del pelo. Agarré una tijera y corté todo lo que pude. Me gustaba verme así, despojada de sobrantes. Me gustaba la sensación de tener menos. No fue suficiente. Había que cortarlo más, así que le pedí a mi papá su máquina rasuradora y eso fue lo único que funcionó. Por fin era más yo. Me daba frío en el cráneo; un pequeño contra. Me veía inexplicablemente linda, renovada. 
Libre.

Días después, cuando ya no tenía necesidad de usar un gorrito de lana, recordé un episodio ocurrido hacía varios semestres en algún corredor de la universidad. Me topé con Teresa Ralli, una de las actrices más emblemáticas del Perú en los últimos treinta años, particular cantante, quien fue mi profesora de voz en mis días de futura actriz. Su cabello negro, brillante, larguísimo había cambiado a una altura que le llegaba a los hombros. Le dije que la veía como diez años más joven.  Era demasiado cierto. Yo había pensado que el cabello largo no tenía otra función que la de darle a alguien una apariencia relajada, contenta, por lo tanto, más juvenil. Su respuesta fue tan inesperada como lógica, con esa lógica que tiene todo lo holístico en el universo: es que el pelo carga con todas tus impresiones, especialmente con las más fuertes. Por eso, añadió, las mujeres cuando se separan de los hombres se cortan el pelo. Así aligeran la carga sentimental y se deshacen del pasado.

Cuánta certidumbre había en aquel recuerdo. Mi ex esposo y yo acabábamos de definir que ya no regresaríamos más, y de hecho mi cabello había crecido desde que nos conocimos de la nuca a la cintura. Tenía el largo de nuestra relación y estaba formado de todo tipo de momentos: los inteligentes y graciosos, los musicales y románticos, y esos, los momentos que nunca faltan, los densos que en nuestro caso eran demasiado intensos. Pesaban, pues.

Las descargas emocionales se quedan impregnadas en partes específicas de nuestros cuerpos etéricos. Es así como nos enfermamos eventualmente, pues un pensamiento al que recurrimos a diario (el odio hacia alguien, el rechazo a una situación específica, cualquier problema irresuelto que ronde con preocupación por nuestra mente) genera una energía determinada la cual podemos percibir físicamente. Cuando uno está extremadamente triste, siente un dolor en el pecho. Por eso se afirma que los problemas con los pulmones, como la bronquitis, están relacionados con la acumulación de pena en esa zona.

Por otra parte, en el cabello también quedan registrados eventos fuertes o situaciones altamente sorpresivas, en forma de pequeñas deformaciones en la hebra. Asimismo, ciertas drogas como la cocaína dejan un trazo clarísimo, lo que proporciona información sobre la cantidad aproximada y fecha de consumo.

El cabello, como tantas otras partes del cuerpo, es un gran libro donde está registrada nuestra historia, no solamente nuestra historia física; toda nuestra historia. La ventaja del cabello es que si en verdad la energía densa queda instalada ahí en gran parte, deshacerse de ella es algo muy sencillo y de hecho podría ayudar a alguien a salir de una determinada situación. A terminar una relación con gracia, con determinación, de manera más fluida.

Por eso, cuando terminamos con nuestra pareja, una de las cosas más usuales que hacemos es: cortarnos el pelo. Lo teñimos. Cambiamos de look. Iniciamos un proceso indoloro y sanador: extirpamos un cáncer energético y renovamos el espíritu.

Otro de los cambios que ayudan a que una transición sea más ligera es la reorganización de nuestro espacio habitual, y de hecho, su efectividad aumenta si reorganizamos también nuestras actividades. No solamente eso. Deshacerse de actividades o amistades inútiles y optar por abrazar nuevos sabores, nuevos sonidos, cosas que probablemente siempre se quisieron hacer, logran que la vida sea mucho más enriquecedora.

También me pasó eso. No solamente me veía distinta por el cabello, tenía otra disposición ante la vida, mucho más abierta, mucho más dispuesta. Menos temor en mí. Cambié drásticamente, sin proponérmelo  de forma directa, mi modo de vestir. Cambié la ubicación de los muebles en mi cuarto, los horarios de juego con mis hijos, e inicié una nueva actividad. Ahora esa actividad lo es todo en mi vida... o casi.

Y sigo adelante. Hace un año y medio acabó la relación que tuve con el hombre con el que pensé que pasaría el resto de mi vida. No me llegué a casar con él. Pero no me podía desligar. Fue todo demasiado fuerte. Sin embargo, yo sabía en mi interior que me iba a librar por completo del asunto el día que mi cuerpo comprendiese también que ya no había retorno, que es un final tan drástico como la muerte. Y todo está bien.

He iniciado nuevas cosas en mi vida. Estoy volviendo a sentirme abierta a lo que venga: intensamente dispuesta y creativa.
Estoy por volver a cortarme el pelo.

Comentarios

Paola ha dicho que…
Gracias, Úrsula...
Úrsula Carranza Peñaranda ha dicho que…
¡Gracias a ti, Paola!
Unknown ha dicho que…
Hace un tiempo escribí esto, así que estoy completamente de acuerdo contigo...

"Necesitaba un “short cut to hapiness" cuanto antes, así que el sábado por la tarde, sin pensarlo dos veces, me levanté del sillón apagué la tele y me fui al salón a que me corten el pelo al estilo de “Katie Holmes". Toda mi vida he usado el cabello largo, a lo Kate Moss, Reese Whiterspoon (legally blond) y Giselle Bunchen. Recientemente lo tenía igual que Liv Tyler (cerquillo y liso). Cada vez que he querido acabar una etapa de mi vida (lo que normalmente hago cuando salgo de una relación) me he pintado el cabello, ya he sido morena, rubia y pelirroja. Pero esta vez, necesitaba algo más radical, algo que me haga sentir diferente, así que me volé más de 30 centímetros de cabello y acabé con 10 años de mi vida, al parecer, pues según me dicen parezco de 18 años, impresionante".
Milena Patiño ha dicho que…
Fantástico!!!! de hecho viví una etapa de mi vida (unos meses) en la que cada día cortaba una parte pequeña de mi pelo hasta que me quedó muy corto, eso sí, todo disparejo y ciertamente gracioso; pero eso le añadía "folclor" a mi imagen. Fue realmente hermoso encontrar este escrito con tanta conciencia de mis actos liberadores inconcientes; fue regresar a ese entonces y encontrar significados escondidos bajo cada tijeretazo, bajo cada mechón en la caneca...
Y bueno, sigo haciendo de vez en cuando algún corte minúsculo, casi imperceptible, cuando -inconcientemente- sé que necesito "cercenar" algo que no anda bien en mí, lo hago.

Gracias!

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