La Importancia de Escribir los sueños en un proceso de Autoanálisis

Ayer tuve un sueño. En él, tenía un carro, pero no quería salir a la calle sin seguro, presentía que iba a tener un choque y le pedía su carro a mi mamá. Podría parecer un sueño normal para cualquier persona, pero es un avance para mí. Cuando empecé a analizar mis sueños, mi mundo subconsciente se abrió ante mí como si se fuera abriendo un loto de millones de pétalos, con una claridad tan abrumadora que con frecuencia no sabía cómo enfrentar tantos temas a trabajar, a cambiar. En ellos había notado que, incluso en mis sueños, mis limitaciones con el dinero eran palpables, y me mostraban la relación real de miedo y carencia que tenía con mi entorno físico. En mis sueños, dependía de quedarme en casas ajenas: amigas y familiares me otorgaban su ayuda, nunca tenía nada mío fuera de una pequeña maleta y mi(s) computadoras(s). Ningún automóvil, casa, departamento, nada era mío, incluso había llegado a usar ropa ajena. Comprendí que tenía que cambiar mi tren de pensamientos y mi visión del mundo en cuanto a lo que era o es posible para mí. En lo esencial, comprendí que cuando mis sueños me mostraran que yo era poseedora de algo que para otros es parte de su realidad cotidiana, mi relación con lo material se habría modificado. Aunque el carro de este último sueño me lo habían otorgado mamá y papá, representaba un ascenso en mi escala de posibilidades a experimentar, pues en mi niñez, a pesar de que no viví ningún tipo de carencia real que no fuera de cariño, se hablaba mucho de lo que no había: no había opulencia, y la opulencia parecía una condición necesaria para vivir. Desde luego, eso fue calando en mi subconsciente hasta hacerme creer que mi realidad estaba marcada por la falta de pertenencias, y que nunca tendría la posibilidad de tener objetos de valor. 

Alentada -no por completo- por ese vaticinio de infortunio, decidí que en mi vida no tendría objetos de valor (que no fueran libros, quizá, u objetos de arte) porque no eran esenciales para el alma. Me había generado una realidad adversa para sobrevivir sin deprimirme en el proceso. Mis sueños me lo empezaron a mostrar apenas me decidí a ver en ellos todo aquello que tenía que trabajar para ser mejor ser humano.




La Escuela de la Vida en la Tierra tiene el siguiente formato: absorbes y aprendes a vivir negando el espíritu, enfocándote en el cuerpo físico para salvaguardarlo. No hay problema con eso. El reto está en, como decía Yoda en El Regreso del Jedi, desaprender lo aprendido. El camino del alma consiste en ir a una suerte de gimnasio en el que, con una gran determinación, se deja atrás el antiguo yo al cual la vida le sucede, para ejercitarse en la Voluntad fuerte, la paz y el Amor, atributos que en el fondo son Uno y se presentan, frecuentemente, en la forma de valor o coraje ante las adversidades, disponibilidad infinita para vencer los miedos y ver la realidad tal cual es.

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