El peso ideal

Sentada sobre la butaca, a pesar de que no siempre entendía lo que Alberto decía, me era fácil ponerle atención. Una persona dispersa como yo no tiende a poner toda su atención en nada a menos que esté en escena o que su vida dependa de ello, y sabemos que en mi caso hay una conjunción de esas dos premisas. Bailar en el aire significa para mí estar 100% presente en ese momento. 
La clase había avanzado un poco pero estábamos entrando a un nuevo tema: el peso en los personajes. Alberto lo ilustró de una manera que me fue fácil digerir, pues era una escena que se repetía a diario. La gente podría pensar que él es una persona pesada pues es alto y corpulento. Sin embargo, nunca nos dábamos cuenta de cuándo entraba al teatro. Estábamos calentando o conversando; de pronto escuchábamos su voz profunda y no era raro sorprenderse de que hubiera llegado sin ser visto. Alberto entraba como el hombre invisible. 
En cambio, estuviese haciendo lo que fuere, había un momento en el que yo volteaba sin razón aparente hacia la entrada del corredor principal y allí estaba ella, caminando descalza, con la mirada firme y poderosa, como si fuese una diosa encarnada. Descalza. Mirella, a pesar de no hacer ruido al entrar, era antecedida por su propia presencia. Ella, más delgada de lo que uno esperaría de alguien de su altura, es pesada; mientras que Alberto, ligero.
Me anticipo a la respuesta final: el peso ideal debería ser optativo. Uno debería poder ser ligero o pesado según le convenga, y cambiar con la rapidez de un respiro o una decisión.
En La Insoportable Levedad del Ser hay un cuestionamiento sobre el sentido de la vida. ¿Se encuentra en el peso del deber (de aquello que tiene que ser) o en la ligereza de la libertad? La contundencia de ese resultado estaba dada por las elecciones más sencillas, por los dictados de los temores y las pasiones de sus protagonistas, por sus valores y sus placeres. Al final, la muerte. ¡Qué peso tan grande ese de cargar con una fatalidad que no tiene otro fin que el de hacernos extremadamente ligeros! ¿Hasta desaparecer? La levedad está dada por la falta de eternidad. El peso, en cambio, por su existencia, por el conocimiento de que el propio ser es indestructible, por la certeza de que estaremos regresando continuamente a padecer de los mismos males una y otra vez si no se aprende a... no se sabe a qué.
¿Cuál es el peso ideal? ¿Por qué quiero llegar a ese lugar indefinible y gaseoso?
Yo sí creo en lo eterno. Está allí, y me mira portándome hipócrita, reaccionando ante el vacío.
En este mundo todos son símbolos. Lo que está arriba es como lo que está abajo; ese es el símbolo del pantáculo conocido como la Estrella de David. Fuimos hechos a imagen y semejanza de Dios. Nuestras enfermedades son el símbolo de nuestros procesos internos, y los hechos que labran nuestra historia son el resultado de la causalidad dada por nuestras acciones.
Hemos olvidado los conocimientos ancestrales para concentrarnos en la vacuidad de lo ultra móvil, de lo que carece de peso y en lo cual perdemos todo nuestro tiempo. Ya no miramos largo y tendido a los ojos, nuestros hijos no nos acompañan al trabajo y ya no los escuchamos. Nos preocupamos por desaparecer las arrugas y la grasa corporal se vuelve el gran enemigo.
¿Cuál es mi peso ideal?
Estudiarme. Conocerme. Hacer lo que tengo que hacer, y no poner como excusa que no tengo tiempo, porque normalmete eso que dejamos de hacer (visitar a la abuelita, jugar con el perro) es para lo que estamos acá.
El peso en relación directamente proporcional al empleo del tiempo.
El valor verdaderamente humano opuesto a la vacuidad, al maya, al matrix.
Uno es lo que hace. Y como dice Jesucristo: preocúpate más de eso que sale de tu boca que de lo que entra por ella.

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