PAPA VEGANA A LA HUANCAÍNA ESTILO MÁGICO

¡Gracias a Dios existen las videollamadas! Así los seres que aún no alcanzamos la inmortalidad podemos comunicarnos con nuestros amigos en Alemania a la hora de almuerzo, y ellos, como en el caso de Ramona este caluroso día de marzo, pueden divertirse viendo cómo su amiga hace payasadas mientras se inventa una forma nueva de preparar uno de sus platos favoritos: la papa a la huancaína.

Pero, ¿por qué no lo hago con la receta original? Punto número uno: nunca la supe. En mi casa la solían preparar de una forma, y cuando narraba esa manera de prepararla, mis amigas en el colegio me decían que eso se parecía a una ocopa, que no tenía nada de papa a la huancaína. Sabe Dios. En todo caso, lo que sí es invariable es que como base está la papa sancochada, a la cual, yo nunca le quito la cáscara, así como el ají amarillo, esencial en la salsa. Punto número dos; antes de convertirme en crudivegana casi por completo, pues aún no lo soy, ya había dejado de tomar leche homogeneizada, pasteurizada y evaporada por varias razones. La primera: me di cuenta de que me producía acné. No eran los chocolates, no eran solamente las noches de poco sueño y estrés. No, era ESA leche. La segunda: me enteré de que en los países que no se consume leche (homogeneizada, sobre todo), no existe el cáncer. La tercera: la olvidé, pero resulta que parece no ser tan buena para nuestro organismo como yo pensaba. Pero es justamente esta leche con la cual se suele preparar la salsa a la huancaína.

En el plato original que se solía hacer en casa, la salsa estaba compuesta por leche, maní, queso fresco, galletas, ají amarillo, aceite vegetal y sal. Estos ingredientes se licuaban y se servían con una aceituna, medio huevo cocido, y una hoja de lechuga.

En mi plato ecléctico vegano, a la licuadora van las siguientes cosas: ají amarillo, sal rosada, nueces de varios tipos, quínoa cocida, un poco de su agua para que no salga tan espeso, vinagre de manzana, aceite de oliva, aceite de sacha inchi y gomasio.

Hay altas probabilidades de que Rosuca, el alma buena que me está guiando por el camino crudivegano, al ver esta receta me mire con cara de "estás generando ácido úrico" o algo así, pero bueno, por una vez, ¡qué le hago? Salió genial. Y lo mejor de todo, es que mi amiga y yo nos reímos mucho durante su preparación y charlamos y nos contamos chistes casi como cuando ella y yo andábamos juntas en Lima.

Al final, lo serví con hojitas de acelga y, bueno, está bien, un poco de zanahoria. No lo pude evitar.

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